Belinda Tessaro: estrategia, traición y poder en clave femenina
Nora Wills | 14/04/2025 13:22 | noticias
Hay jugadoras que se suman al gremio y lo recorren como turistas: hacen fotos, se llevan un recuerdo y desaparecen. Y después está Belinda Tessaro, que no vino a posar para nadie. Vino a reescribir el mapa. Lo hizo con estrategias impecables, con traiciones que fueron lealtades mal entendidas, con decisiones impopulares y con un ego tan afilado como su instinto político.
Belinda no es un personaje cómodo. Ni siquiera se esfuerza por caer bien. Y es justamente eso lo que la vuelve fascinante: rompe con el arquetipo de la “mujer ejemplar” que muchas veces se espera en este entorno. No busca aceptación. Busca impacto. Y lo consigue.
Una identidad pixelada, pero ferozmente real
Belinda nació en Habbo.es como Belinda-2001, un nombre inspirado en la cantante mexicana que marcó una generación. Pero su camino no tardó en volverse sinuoso. Pronto se encontró con los límites del sistema oficial: sin dinero para invertir en créditos, su única alternativa fue buscar otros espacios. Y así encontró los holos, donde se gestaban mundos paralelos igual de complejos, pero más libres.
Allí descubrió no solo la lógica de los roles, sino su propia capacidad para destacarse en un ambiente competitivo, incluso hostil. Jugó Assassin’s Creed, se metió en HLAT, y desde ahí empezó a comprender las lógicas internas del poder: quién manda, cómo se escala, qué se necesita para ser vista en un océano de nombres masculinos.
Fue en los holos donde forjó su primer apellido real: Corleone. Uno que, como todos, le trajo tanto consuelo como decepción. Pero Belinda no es una nostálgica: no llora por lo que fue, se reinventa con lo que hay.
Estrategia y ego: la alquimia del ascenso
La mayoría de las jugadoras que alcanzan puestos altos en el gremio lo hacen a costa de invisibilizar su género. Se masculinizan para no incomodar. Belinda hizo lo contrario. No solo no disimuló su ego: lo transformó en su marca. Sabía que ser mujer le daba visibilidad, y lo usó a su favor. Pero no para conseguir favores: para abrir puertas a patadas si era necesario.
Desde el inicio, dejó claro que su presencia no iba a ser pasiva. Detestaba ser tratada como una “princesa” o “novia del Don”. Rechazó el molde decorativo que muchas veces se asigna a las mujeres del gremio y abrazó el rol de estratega, de infiltrada, de jugadora con hambre de poder.
Porque sí, Belinda siempre quiso poder. Y eso, en un sistema que tolera mujeres solo si son discretas, es una amenaza.
Gambino, Corleone y las múltiples caras del poder
Su paso por Habbo.es fue una lección de cómo moverse con inteligencia. Llegó buscando a Corleone, pero terminó recalando en Gambino por un detalle simple: en Corleone no la reconocieron. Nadie saludó. Y eso bastó para activar el motor que más la mueve: el ego.
En Gambino fue reconocida, aceptada y valorizada. Subió rápido. Se hizo un nombre. Pero la vieja herida con Corleone seguía abierta. Así nació su infiltración más ambiciosa: una venganza sutil, metódica, política. Y casi perfecta.
Jugó su papel con elegancia. Aprendió a moverse sin levantar sospechas. Hasta que su plan se vino abajo no por errores propios, sino por traiciones internas. Kuus, el Don de Gambino, filtró todo a Christian de Bonanno. Belinda fue echada. Pero no sin antes llegar al pow. Y eso es clave: una traidora no recibe poder. Una infiltrada brillante, sí.
El episodio marcó su nombre para siempre. Muchos hablaron de traición. Pocos supieron ver la profundidad de su jugada. En un mundo donde el doble discurso es regla, Belinda fue coherente con su ambición. Y eso molesta.
Machismo gremial: entre el control y el castigo
La historia de Belinda es también una radiografía del machismo latente del gremio mafioso. Luego de su infiltración, sufrió uno de los castigos más comunes que se le imponen a las mujeres que “se pasan de listas”: el veto.
Desde Gambino le impusieron un límite humillante: podía quedarse, pero jamás volver a tener pow. ¿La razón? Su vínculo sentimental con alguien de Corleone. Lo personal usado como excusa para invalidar lo profesional. Un clásico.
A pesar de todo, Belinda intentó quedarse. Apostó a que el tiempo limpiaría su nombre. Pero lo que vino fue destrato, indiferencia y hostilidad. Y cuando se hartó, eligió el camino más temido por el gremio: la venganza. Le dio el pow a Corleone. Por orgullo. Por revancha. Porque sí.
Y lo haría de nuevo.
Tessaro: refundarse en colectivo
De esas ruinas nació Tessaro, un apellido nuevo, limpio, lleno de sentido. Fundado por quienes decidieron romper con el pasado sin olvidar de dónde venían. En Tessaro, Belinda dejó de ser infiltrada y pasó a ser fundadora. Ya no se trataba de moverse entre sombras, sino de construir luz con otros.
Fue en Tessaro donde aceptó por primera vez el título de Donna, pero lo transformó en otra cosa. Ya no era la “esposa del Don”, sino la GodMother, la cabeza visible de una nueva generación de mujeres que no piden permiso para liderar. Que no se maquillan el carácter para agradar.
Tessaro fue su renacimiento político, pero también emocional. Encontró una hermandad. Gente que no la juzgó por su pasado, sino que vio su capacidad real. Y esa confianza le devolvió algo que el gremio le había negado: el derecho a ser una líder sin doble vara.
Feminismo sin pancartas, pero con acciones
Belinda nunca se vendió como feminista. Pero lo es. En cada decisión. En cada postura. En cada rechazo al lugar cómodo que se le ofrecía. Apoyó la fundación Virginia Wolf no para figurar, sino para sumar. Y defendió siempre que el poder femenino no se limita a tener un cargo, sino a tener peso real en la toma de decisiones.
Su carrera es una clase magistral de cómo romper el techo de vidrio sin volverse transparente en el proceso. Belinda no se disfrazó de varón para ascender. Tampoco se vendió como “reina del drama”. Fue otra cosa. Algo que todavía incomoda nombrar: una mujer con poder propio.
Legado, contradicción y autenticidad
Belinda no niega sus contradicciones. Las habita. Reconoce que muchas veces actuó por ego, que usó la adorabilidad como táctica de infiltración, que su historia tiene zonas grises. Pero lo dice sin culpa. Porque el poder no se alcanza siendo pulcra: se alcanza siendo compleja.
Y esa complejidad es su mayor virtud.
Hoy, retirada oficialmente, sigue presente de otras formas. Acompaña, aconseja, guía. Con la misma voz firme de siempre. Porque aunque no esté en el centro del campo, sigue teniendo poder. Y lo mejor: sabe usarlo.
“Icónica”, sí. Pero sobre todo inolvidable
Belinda dice que si tiene que definirse con una palabra, es “icónica”. Y sí, lo es. Pero es mucho más que eso. Es el ejemplo vivo de cómo una mujer puede entrar al juego con todas las cartas en contra y, aún así, ganar la partida.
Su historia no es perfecta. Pero es honesta. Y en este gremio pixelado donde abunda la pose, la autenticidad es el arma más letal.
Adjuntamos además el acceso a un Google Drive (Google Docs) para que puedan disfrutar de la entrevista que realizamos a xBelinda.C para el armado de su biografía, porque sí, es su biografía autorizada. Click aquí para acceder al documento.